Autoras en la sombra
- Gabriel A. Rancel
- 16 jun 2023
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 1 jun

Me encuentro en la Semana Negra junto con una buena amiga escritora. Nos hemos propuesto saludar a algunas amistades del mundo literario que están en las carpas de libros, al otro lado de la feria, y de paso conocer a nuevas personas autoras que se están abriendo paso en este maravilloso mundo literario.
Si alguien ha estado en la Semana Negra en Gijón, sabrá la enorme afluencia de gente que hay y lo complicado que se vuelve caminar por los distintos puestos, como ocurre en toda concentración masiva de amantes de la lectura. Además, estos días parece que la ciudad gijonesa se ha apuntado a la ola de calor y el sol nos grita que usemos crema protectora, menos mal que el mar hace que corra algo de brisa fresca de vez en cuando.
Paseamos por las distintas carpas de objetos artesanales, ropa y puestos de comida hasta llegar a las carpas literarias. Un mundo de libros se abre paso ante nuestras miradas curiosas. Mi amiga me señala una tienda y me comenta que es de una editorial de fantasía y ciencia ficción, así que nos dirigimos hacia allí para echar un vistazo. No tiene nada especial en cuanto a decoración. Cuelgan al fondo de la caseta cuatro carteles de libros recién publicados y algún dibujo recreando un universo con alienígenas. A nuestra derecha, en segundo plano, hay una chica sentada. Nos echa un vistazo rápido y pierde el interés. Su mirada se pierde en la distancia o entre la multitud. También está el dependiente moviéndose detrás del mostrador de libros expuestos. Nos mira durante un segundo y alinea un par de tomos con el resto. Nos detenemos para ver los distintos títulos publicados por esta editorial representada por el vendedor. No conozco a ninguno de los autores y es por eso le presto mucha atención.
El dependiente decide invertir su tiempo en nosotros de repente. Se apoya sobre el mostrador para preguntarnos qué temática nos gusta más leer y, sin dejar que respondamos, nos recomienda un libro en concreto. Sólo uno de todos los que tiene sobre la mesa. El hombre comienza a vendernos lo bueno que es. Por su insistencia en esta obra y por lo que nos cuenta, parece que él es el autor. Es más, en ningún momento nos dice lo contrario. Sujeto el libro para leer la sinopsis y me sorprendo al ver que no hay más que una frase. El vendedor continúa. "Si lo compráis, os lo llevareis firmado." Nos dice. "Si queréis, os cuento de qué va, pero ya os digo que es mejor leerlo que os lo cuente." Esto último con un tono de voz bastante desagradable, por cierto. "Si os interesa, os hago precio". Hago un pequeño inciso aquí para decir dos cosas. Una, nunca os fiéis de alguien que os rebaja el precio de un libro, dando la sensación de que no valora el esfuerzo de la persona que ha creado la obra. Dos, "os hago precio", ¿quién dice eso si considera que su producto es lo mejor del mundo editorial en España? Te dejo pensarlo. Sigamos.
En un momento dado, supongo que por nuestra indecisión, la intención del hombre de vendernos dicha obra le lleva a hacer una comparación bastante soberbia. Nada más acaba la frase suelto el libro dejándolo en su sitio. No creo que la mejor manera de vender una historia sea equiparándola a la altura de un éxito internacional. Entiendo que es la manera más rápida de situar a quien va a leerla y lo que se va a encontrar, pero flaco favor le hace a la persona que lo escribió si, al final, las expectativas de quien lo lee terminan por no cumplirse. He visto críticas muy duras a personas que escriben porque quienes leyeron sus obras pensaban que las historias iban en otra dirección.
La cuestión no es esa, que me voy por las ramas. Lo que importa aquí es que en ningún momento nos desvela la identidad de quién ha creado la historia. El nombre de la portada figura con iniciales, por lo tanto, puede ser cualquiera. No hay forma de saber a quién tenemos que dirigirnos, cuando ni siquiera el vendedor lo aclara y, viendo que en el mostrador sólo hay libros escritos por hombres, me puedo hacer una idea, pero aún así pregunto por la autoría y el vendedor me responde señalando a la muchacha que sigue sentada en una esquina, en silencio. La joven se levanta con desdén para explicarnos de qué trata su libro. No mentiré, parece que le molesta tener que hablarnos. Nos hace un resumen insulso, abre el tomo, nos muestra los mapas y los escudos de las familias protagonistas, con intención de sorprendernos muchísimo y se encuentra conque no mostramos eso que busca lograr. Entonces, eludiendo al vendedor, nos dice que es la mejor historia en ambientación medieval que hay en España. No hay otra igual. Es mejor que El Señor de los Anillos. Y se atreve a decir que es el Juego de Tronos español. Mi amiga y yo nos miramos con una expresión que bien podría pasar por cómica en otras circunstancias. No necesitamos abrir la boca para saber lo que está pensando el otro. Volvemos a mirar a la escritora, que nos mira con incomodidad. Cierra el libro de un golpe y se separa de nosotros.
Mi amiga, que no aparta la mirada de la portada, se dirige a la chica.
«¿Por qué no firmas con tu nombre?»
«Porque soy discreta.»
Discreta...
No se trata de ser discreta o tímida. Nuestro ceño fruncido hace que la escritora se apresure a narrarnos lo ocurrido la tarde anterior, cuando una persona interesada en su obra la había despreciado al descubrir que ella era la autora y no un varón, como se esperaba.
Miré al vendedor y luego a la escritora. Es una pena que, para las pocas autoras de fantasía que hay, las que están no dejen claro quiénes son por miedo a situaciones como esa. En realidad, con los años me he dado cuenta que nos pasa a todas las personas que no tenemos una editorial detrás o somos de renombre, pero sobretodo a mujeres. Si esconderse fuera la solución, ya se habría solucionado. Es como si ser una sombra oculta para no desagradar fuera mejor que ser. Que ganar dinero fuera mejor que estar orgullosa de haber conseguido escribir un libro. Despreciar a quien va por la vida con la cabeza alta, sólo porque otras personas consideran que no merece hacerlo porque es mujer. Es absurdo.
Mi amiga, que recordemos que es autora, y yo, nos interesamos más por el tema de las siglas del nombre en la portada e intentamos ver si ella es consciente de lo que esconden esas iniciales o no. En ese momento, sale a la luz la verdad.
«Mi editor me recomendó que firmara de este modo para que se vendiera.»
Señala al hombre que está a su lado, el vendedor que se había dirigido a nosotros desde un principio sin hacer alusión a que la autora estaba presente. Mi amiga me vuelve a mirar y ella no se muerde la lengua.
«¿Le ha dicho usted que venderá más si oculta su nombre porque es mujer?»
«Soy realista. Las mujeres no venden o venden mucho menos. No son rentables para un negocio.»
Como única respuesta a este señor, nuestras miradas y palabras se dirigen exclusivamente a ella. Sonrío antes de abrir la boca, en un intento absurdo por suavizar lo que voy a decir y que, después de hacerlo, me daré cuenta de que nada podría rebajar mis palabras.
«No se venderá menos porque seas mujer. Se venderá menos porque la editorial no apuesta por ti ni por tu obra. No es el género de la persona lo que determina las ganancias ni la hace llegar lejos en el mundo editorial. No digo que no sea más difícil, porque vivimos en un mundo machista, pero es puro marketing y todo tiene que ver con lo que se está dispuesto a apostar por alguien.»
Mi amiga toma el relevo, quizá embriagada por mi falta de tacto.
«Además, ocultar quién eres no te hará conocida ni mejor escritora. Sí, lo entiendo, tú sólo quieres vender libros. No quieres luchar ni romper barreras, ni darle al mundo algo diferente. Sólo importa lo material, incluso por encima de ti misma y de tu dignidad como mujer. Sólo quieres ser discreta para que este hombre pueda vender tu obra, aunque se atreva a decirte que no vales nada porque eres mujer. Que si lo que quieres es ganar dinero, la forma en cómo decidas hacerlo está bien, si lo eliges tú. No porque un hombre opine que tu obra no vale nada si no la ocultas tras un nombre masculino. Hay que romper con el machismo intrínseco en el mundo de la literatura, pero también en el mundo en general. ¿No estás de acuerdo?»
La escritora nos mira como si hubiera visto estallar en llamas un microondas. Se da la vuelta sin responder, se dirige a su silla y se sienta. Acto seguido, nos quita la cara. Nosotros nos miramos y nos disponemos a marchar, no sin malas miradas por parte del vendedor/dueño de la editorial.
Entiendo que toda persona artista desea que su obra guste, que triunfe, que se hable de ella, que se venda, que dé para vivir de ello y mil cosas más que ofrecen reconocimiento. De eso se trata en gran parte. Del regocijo de hacer algo importante que perdure en el tiempo, con o sin implicación económica. Nos pasa a todas las personas. Comprendo que hay que vender, que hay que promocionar, que hay que valorarse, que también hay que recuperar inversiones o, al menos, cubrir gastos. Pero nunca estaré de acuerdo, ni consentiré si puedo evitarlo, que se esconda a las autoras, mujeres, personas no binarias, ni por género, ni por etnia, ni por nada que discrimine a la población. Nadie debería permitirlo. Ver a una persona creerse que sólo venderá si se oculta es un insulto, no sólo para esa persona, sino para quienes amen su obra. Más tarde, recordamos con detalle la escena que la joven nos había contado:
«Ayer, una persona interesada en mi libro, lo despreció al descubrir que yo era la autora y no estaba escrita por un hombre. Dijo: yo no leo libros de mujeres».
Con más razón para publicar con tu nombre real. Estas situaciones se combaten con más obras de mujeres.
La fantasía, así como cualquier otro género literario, no pertenece a los hombres. Si esa persona, o cualquier otra, no quiere leer literatura hecha por mujeres, es su problema. Hay miles de mundos increíbles y maravillosos que han sido creados por personas brillantes a lo largo de la Historia, ni hombres ni mujeres, sino personas. El género no hace la calidad.
No estoy aquí hablándote de esto por cómo acabó nuestro encuentro con esa escritora. Probablemente ella estaba cansada de trabajar tantos días allí, promocionando su propia obra, oyendo todo tipo de comentarios de su editor, no tuvo ni idea de lo que intentábamos transmitirle.
No he escrito todo esto para dejarla en evidencia. Lo que deseo es dejar clara mi indignación ante este tipo de mentalidad cuadriculada que todavía nos rodea. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que dure esta estupidez sexista? Por desgracia, no es la primera escritora que conocemos que se esconde tras un seudónimo o unas iniciales para pasar inadvertida. Estamos rodeados de artistas femeninas que no conocen su valor, ya sea porque apenas tienen modelos que les demuestren todo lo que pueden alcanzar, porque su entorno se ha encargado de convencerlas de que no valen para el arte o porque no tienen un entorno seguro que les haga sentirse válidas.
La verdad es que no estoy en las mismas condiciones que esa escritora, pero quiero pensar que mi empatía me advierte que, de haber estado en su lugar cuando esa persona le dijo que no leía literatura hecha por mujeres, me habría sentido fatal y humillado. No sólo como artista, sino como persona. Y eso es lo que más me duele, el absurdo poder que tiene una persona desconocida, con un cerebro lleno de serrín, convencida de que puede decir lo que se le antoje sobre los demás como si tuviera derecho a destrozar, sobretodo, a quienes tienen un sueño y luchan por él. Si no quieres leer literatura creada por mujeres, te advierto que vas a morir aburrido. Porque hay obras increíblemente buenas, que sacudirían tu absurda existencia.
Estoy deseando que llegue ese día en el que el mérito se reconozca por el esfuerzo y no por el género de la persona. Los prejuicios interfieren en que, la riqueza que existe en otras miradas, nos inunde y nos muestre un mundo más completo, más bello y mucho mejor que el que conocemos.
«Sira Ïn ya no es un lugar seguro. Al otro lado de la Corona de los Vientos, Nara debe ocultar su identidad, expuesta a los peligros de Trÿa. Mientras lucha por convertirse en la guerrera que su pueblo necesita, Tyrhon Zäeh planea frenar su viaje, destrozar a sus compañeros y evitar que descubra lo mucho que se esconde tras la leyenda del poderoso dios Zanaán.»
Después de una primera tirada a nivel local, Trÿa, la leyenda del dios Zanaán, fue publicada para el gran público, llegando a convertirse en una de las cuatro obras finalistas a "Mejor Novela Autopublicada" en los Premios Avenida del año 2019.
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